La
variabilidad de los caudales de los ríos fue uno de los primeros
obstáculos que el hombre tuvo que superar para la utilización y
aprovechamiento racional de las aguas fluviales.
Se trata
de un fenómeno que presenta, además, un perfil invertido entre
las variables de necesidad de agua y disposición de la misma, ya
que en verano, cuando es más necesaria para los riegos y el
consumo, los ríos suelen descender con muy poco caudal.
El hombre inventó
las presas como medio de resolver este problema y por ello deben
cubrir dos funciones.
Retener
el agua mediante una barrera impermeable
Ser
estables y duraderas
Los romanos, que
fueron grandes constructores e ingenieros, con obras de evidente
utilidad pública, dejaron varios ejemplos de presas en Hispania,
destinadas sobre todo al abastecimiento de las poblaciones
Presa
hispanorromana de Proserpina, del siglo II,
en la ciudad de Mérida, Badajoz.
Existen cuatro
tipos fundamentales de presas.
De
gravedad, que retienen el agua gracias
al tipo de materiales empleados, como mampostería u hormigones.
De contrafuerte,
formadas por una pared impermeable situada aguas arriba, y
contrafuertes resistentes para su estabilidad, situados aguas abajo.
De arco-bóveda,
que aprovechan el efecto transmisor del arco para transferir los
empujes del agua al terreno.
De tierra o
escollera, con un núcleo de material
arcilloso, que a veces es tratado químicamente o con inyecciones de
cemento.
Las mejores
condiciones para el emplazamiento de presas se dan cuando
coinciden buenas "cerradas", es decir pasos estrechos
del agua, con amplios "vasos", o zonas en las que el
agua pueda quedar retenida.