Arquímedes nació en Siracusa, Sicilia, que era por
entonces una de las ciudades más importantes del mundo helénico.
Como la ciudad basaba su poder en el mar, trabajó como consejero
técnico a este respecto para los reyes
Hiero II y Gelón
II, además de ser el responsable de
la defensa.
Con el rey Hiero
II sucedió una anécdota que sirve para ilustrar su habilidad mecánica,
además de su sentido político.
Hiero,
enamorado del mar, se había hecho construir una nave enorme, que
bautizó Syrakosia y
era la de mayor tamaño de su época. Al ir a botarla encalló y
nada se pudo hacer para reflotarla.
Arquímedes
asumió el reto y basándose en palancas situadas en puntos estratégicos
bajo el agua y en poleas compuestas diseñó un dispositivo, cuyo
remate final era una sola cuerda de la que debía tirar una sola
persona.
Teniéndolo todo
preparado, y como demostración de sus habilidades como ingeniero,
Arquímedes invitó al rey Hiero a que fuera él mismo quien
tirara de la cuerda, y éste, para su asombro, consiguió levantar
el barco con una sola mano.
Su célebre
frase, "dadme un punto de apoyo
y moveré el mundo", tenía sólidos
fundamentos.
La balanza
romana, que se ha usado hasta bien entrado el siglo XX y que
incluso hoy es posible verla en activo en algunos pueblos europeos
para pesar productos agrarios, es una modesta aunque utilísima
aplicación de las leyes de la palanca que explicó Arquímedes, y
que sirvió a los romanos para racionalizar el intercambio
comercial y la justeza de los precios.
Consta de una
barra horizontal, de un plato para poner la mercancía, un punto
de apoyo del que ha de quedar colgada, y de otro del que se cuelga
una pesa.
Siguiendo
la conocida ley que dice que el
equilibrio se consigue cuando la potencia por su brazo es igual a
la resistencia por el suyo, el peso
de la mercancía se establece por la distancia que exista del
punto de colgamiento a la pesa.
Evidentemente,
la pesa es más ligera que la mercancía, pero su ventaja mecánica
es mayor, es decir, el brazo sobre el que ejerce su acción, y que
viene determinado por la distancia de la pesa al punto de
colgamiento.
Con pesas
livianas, pues, podían pesarse cantidades muy superiores con
bastante exactitud.
La apreciación
de la horizontalidad de la barra hace el resto.