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La Balanza Romana

Arquímedes de Siracusa ( 282-212 a C ) fue uno de los más grandes ingenios e "ingenieros" de la historia de la humanidad, y el primero que trató de explicar de manera científica el funcionamiento de muchas máquinas simples. Entre ellas, las que funcionaban a base de palancas y poleas.

Quizá sólo Leonardo da Vinci pueda compararse con él en cuanto a la capacidad de inventar máquinas y dispositivos para las tareas más diversas.

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Arquímedes nació en Siracusa, Sicilia, que era por entonces una de las ciudades más importantes del mundo helénico. Como la ciudad basaba su poder en el mar, trabajó como consejero técnico a este respecto para los reyes Hiero II y Gelón II, además de ser el responsable de la defensa.

Con el rey Hiero II sucedió una anécdota que sirve para ilustrar su habilidad mecánica, además de su sentido político.

Hiero, enamorado del mar, se había hecho construir una nave enorme, que bautizó Syrakosia y era la de mayor tamaño de su época. Al ir a botarla encalló y nada se pudo hacer para reflotarla.

Arquímedes asumió el reto y basándose en palancas situadas en puntos estratégicos bajo el agua y en poleas compuestas diseñó un dispositivo, cuyo remate final era una sola cuerda de la que debía tirar una sola persona.

Teniéndolo todo preparado, y como demostración de sus habilidades como ingeniero, Arquímedes invitó al rey Hiero a que fuera él mismo quien tirara de la cuerda, y éste, para su asombro, consiguió levantar el barco con una sola mano.

Su célebre frase, "dadme un punto de apoyo y moveré el mundo", tenía sólidos fundamentos.

La balanza romana, que se ha usado hasta bien entrado el siglo XX y que incluso hoy es posible verla en activo en algunos pueblos europeos para pesar productos agrarios, es una modesta aunque utilísima aplicación de las leyes de la palanca que explicó Arquímedes, y que sirvió a los romanos para racionalizar el intercambio comercial y la justeza de los precios.

Consta de una barra horizontal, de un plato para poner la mercancía, un punto de apoyo del que ha de quedar colgada, y de otro del que se cuelga una pesa.

Siguiendo la conocida ley que dice que el equilibrio se consigue cuando la potencia por su brazo es igual a la resistencia por el suyo, el peso de la mercancía se establece por la distancia que exista del punto de colgamiento a la pesa.

Evidentemente, la pesa es más ligera que la mercancía, pero su ventaja mecánica es mayor, es decir, el brazo sobre el que ejerce su acción, y que viene determinado por la distancia de la pesa al punto de colgamiento.

Con pesas livianas, pues, podían pesarse cantidades muy superiores con bastante exactitud.

La apreciación de la horizontalidad de la barra hace el resto.

La balanza romana es una aplicación útil y sencilla de las leyes de la palanca

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